Hay oportunidades que sólo ocurren una vez en la vida. O tal vez lo que ocurre es que no sé negarme cuando me ofrecen algo gratuito. La cuestión es que cuando en el foro de BookCrossing anunciaron que la editorial Random House Mondadori iba a regalar cien libros pertenecientes a la sección Bestseller de su colección DeBolsillo, me apunté sin pensarlo dos veces. El libro en cuestión se titula El enigma Vivaldi, se publicará el siete de enero de 2005, su perpetrador es un tal Peter Harris, cuya biografía y circunstancias apestan a pseudónimo que tiran para atrás (aún más si tenemos en cuenta ciertos aspectos del Corridos revolucionarios ese hombre tiene que ser español, seguro) y prometía seguir la estela de El código Da Vinci.
Yo siempre he hablado pestes de El código Da Vinci, pero algunos de los libros que más he disfrutado también versan sobre templarios y secretos que harían temblar los cimientos de la Iglesia, así que no reniego del género. Tan sólo reniego de la obra de Dan Brown, porque se pueden resolver misterios sin caer en lo obvio y en lo fácil. Para mi desgracia, El engima Vivaldi no sólo repite los grandes fallos que hay en El código Da Vinci, sino que los hace todavía más evidentes y garrafales. Para dar fe de ello, voy a destripar el libro a Enlace:
Está visto que hay tramas que venden (no os perdáis ese enlace, porque no sólo es divertidísimo, sino que encierra verdades como puños), así que la novela del Peter Harris de marras se apunta a la moda templaria aunque sea de refilón. Para ello, envía a un violinista cordobés a Venecia para que, al rebuscar en los archivos del Hospitale de la Pietá, encuentre una partitura horrenda del maestro Vivaldi. Por fortuna, aunque Lucio Torres era un hombre frío que sólo había encontrado mujeres de una sola noche, se ha enamorado perdidamente y en dos días de la hija de la dueña del hostal en que se hospeda, el Bucintoro, quien es una experta en la historia de sociedades secretas inventadas: María, quien corresponde su cursi y exacerbado amor, le descubre que esa partitura puede contener un secreto muy importante relacionado con la Fraternitas Charitatis. Ya tenemos los ingredientes principales: una tierna y bonita historia de amor, que nos viene dada en bandeja para que el autor se evite desarrollarla durante la novela; una sociedad secreta en una ciudad que fue una potencia comercial y por tanto promete haber sido la cuna de grandes traiciones y conspiraciones ("en esta ciudad, nada es lo que parece", toma ya); una partitura que es un mensaje cifrado, con lo cual ya tenemos el enigma; un autor famoso para esa partitura; y la necesidad de una clave para desentrañar el misterio.
Yo siempre he hablado pestes de El código Da Vinci, pero algunos de los libros que más he disfrutado también versan sobre templarios y secretos que harían temblar los cimientos de la Iglesia, así que no reniego del género. Tan sólo reniego de la obra de Dan Brown, porque se pueden resolver misterios sin caer en lo obvio y en lo fácil. Para mi desgracia, El engima Vivaldi no sólo repite los grandes fallos que hay en El código Da Vinci, sino que los hace todavía más evidentes y garrafales. Para dar fe de ello, voy a destripar el libro a Enlace:
Está visto que hay tramas que venden (no os perdáis ese enlace, porque no sólo es divertidísimo, sino que encierra verdades como puños), así que la novela del Peter Harris de marras se apunta a la moda templaria aunque sea de refilón. Para ello, envía a un violinista cordobés a Venecia para que, al rebuscar en los archivos del Hospitale de la Pietá, encuentre una partitura horrenda del maestro Vivaldi. Por fortuna, aunque Lucio Torres era un hombre frío que sólo había encontrado mujeres de una sola noche, se ha enamorado perdidamente y en dos días de la hija de la dueña del hostal en que se hospeda, el Bucintoro, quien es una experta en la historia de sociedades secretas inventadas: María, quien corresponde su cursi y exacerbado amor, le descubre que esa partitura puede contener un secreto muy importante relacionado con la Fraternitas Charitatis. Ya tenemos los ingredientes principales: una tierna y bonita historia de amor, que nos viene dada en bandeja para que el autor se evite desarrollarla durante la novela; una sociedad secreta en una ciudad que fue una potencia comercial y por tanto promete haber sido la cuna de grandes traiciones y conspiraciones ("en esta ciudad, nada es lo que parece", toma ya); una partitura que es un mensaje cifrado, con lo cual ya tenemos el enigma; un autor famoso para esa partitura; y la necesidad de una clave para desentrañar el misterio.