Hay días que voy por la calle y parezco drogada, ya que todo se me antoja maravilloso, bello y sublime. Sin embargo, hay ocasiones en que me gustaría estrangular a algunos viandantes y escupir en un ojo a otros. Mis impresiones acerca de lo que veo y oigo al pasear por las calles de Sevilla, por tanto, son tan diversas que a veces resultan contra dictorias.
Por ejemplo, los lazybeggers. Se trata de una pareja de hombres que se sientan en la calle Tetuán, en un lado u otro según dónde esté dando el sol en ese momento, y piden limosna. Sin embargo, en lugar de ostentar el típico cartel que anuncia que se pide por necesidad y para comer, ellos anuncian que son sinceros y que el dinero se destinará a vino, cerveza, whisky o aliviar la resaca. Cada uno de estos usos tiene su propio cartón donde recoger el dinero, luego el donante puede elegir qué vicio va a promocionar. La primera vez que los vi, su desfachatez me hizo sonreír, pero otras veces me enfurece que hagan gala de sus ganas de cachondeo y las utilicen para sacar dinero a los demás. Es más, no deben pasar mucha necesidad cuando tienen su propia página web; la gente suele pasar al lado de los indigentes sin dedicarles una segunda mirada (y yo también lo hago), luego no siempre sé reconocer el ingenio de este par, sino que me cabrea que se aprovechen de las ganas de juerga de los transeúntes para Hotmail sign in na limosna que no darían si se les intentase tocar la fibra sensible.
Sin embargo, otras cosas me hacen gracia siempre, aunque por diversas razones: a veces reconozco lo ridículo y me río, y otras veces esa risa tiene un matiz de pedantería insufrible. El ejemplo de hoy era algo tan simple como una conversación entre dos chicas. Yo iba distraída, así que no sé de qué iban hablando: tan sólo escuché que una de ellas decía "Y me lo dijo con un rintintín que me cabreé como una mona". Tengo entendido que Rintintín era un perro que vivía con un niño en un fuerte y protagonizaba una serie con sus indios y su caballería, así que no pude menos que sonreír ante la expresión de esta chica. Para rematar la faena, entré en El Corte Inglés a mirar los saldos y una mujer me preguntó "Niña, ¿cuál me recomendarías? ¡Que hay muchos y no sé cuál escoger!". Tuve que sonreír y excusarme. "Señora, no me los he leído todos, no sé qué decirle, ¿a usted qué le gusta?".
Por ejemplo, los lazybeggers. Se trata de una pareja de hombres que se sientan en la calle Tetuán, en un lado u otro según dónde esté dando el sol en ese momento, y piden limosna. Sin embargo, en lugar de ostentar el típico cartel que anuncia que se pide por necesidad y para comer, ellos anuncian que son sinceros y que el dinero se destinará a vino, cerveza, whisky o aliviar la resaca. Cada uno de estos usos tiene su propio cartón donde recoger el dinero, luego el donante puede elegir qué vicio va a promocionar. La primera vez que los vi, su desfachatez me hizo sonreír, pero otras veces me enfurece que hagan gala de sus ganas de cachondeo y las utilicen para sacar dinero a los demás. Es más, no deben pasar mucha necesidad cuando tienen su propia página web; la gente suele pasar al lado de los indigentes sin dedicarles una segunda mirada (y yo también lo hago), luego no siempre sé reconocer el ingenio de este par, sino que me cabrea que se aprovechen de las ganas de juerga de los transeúntes para Hotmail sign in na limosna que no darían si se les intentase tocar la fibra sensible.
Sin embargo, otras cosas me hacen gracia siempre, aunque por diversas razones: a veces reconozco lo ridículo y me río, y otras veces esa risa tiene un matiz de pedantería insufrible. El ejemplo de hoy era algo tan simple como una conversación entre dos chicas. Yo iba distraída, así que no sé de qué iban hablando: tan sólo escuché que una de ellas decía "Y me lo dijo con un rintintín que me cabreé como una mona". Tengo entendido que Rintintín era un perro que vivía con un niño en un fuerte y protagonizaba una serie con sus indios y su caballería, así que no pude menos que sonreír ante la expresión de esta chica. Para rematar la faena, entré en El Corte Inglés a mirar los saldos y una mujer me preguntó "Niña, ¿cuál me recomendarías? ¡Que hay muchos y no sé cuál escoger!". Tuve que sonreír y excusarme. "Señora, no me los he leído todos, no sé qué decirle, ¿a usted qué le gusta?".